trastorno bipolar

Acerca de las contradicciones entre teoría y práctica del arte. Bipolaridades exploradas: lo teórico y lo experimental; la obra y su interpretación, posibilitada la interpretación como obra y la obra como interpretación; el autor y su obra, posibilitado el autor como obra y la obra como autora (como autora del autor, en este caso); el autor pensando la obra que le constituye como autor y pensando al autor que piensa la obra; el reconocer y el ser reconocido; la realidad y la ficción (y, como siempre, la ficción de la realidad y la realidad de la ficción.

Algunos aforismos sobre arte y artistas al estilo de Emile Cioran.

Artista es aquel que se toma el trabajo de hacer lo que otros sólo se atreverían a proyectar. El artista va tan lejos como la obra. Es decir, todo lo lejos que se puede.

Artista es aquel que crea la necesidad y su satisfacción al mismo tiempo. En los últimos tiempos la necesidad que ha creado y satisface es la de una necesidad sin satisfacción, una necesidad ansiosa, podríamos decir.

Arte es cualquier cosa que logra interesarte como tal. Lo cual no es decir mucho, la verdad. Pero así andamos.

Miles de críticos aplicados durante un siglo entero a la obra de tan sólo algunos cientos de artistas. El corolario de este silogismo es la mitomanía de la modernidad, de la que todos somos víctimas.

Cientos de miles, quizá millones de artistas y tan solo algunos millares de críticos e historiadores para dar cuenta. Ignoro cuál es el corolario de este otro silogismo.

Lo que necesitan los artistas en tanto que artistas es recibir unas buenas críticas demoledoras. Ya decía Dalí y antes que él Oscar Wilde aquello de “que se hable de uno, aunque sea bien”.

Las buenas, e incluso las malas causas, pueden convertirse en la excusa perfecta para muchos artistas mediocres. Aunque hay algunos grandes creadores de causas que merecen todo mi respeto como artistas.

Las buenas causas no sirven por lo general para hacer buenas obras de arte. O como decía mucho mejor que yo André Gide: “no se hacen obras de arte con buenos sentimientos”.

Lo plástico pertenece hoy en día casi en exclusiva a la industria, por medio de ese gigante omnívoro, el diseño, inventado por el constructivismo y la Bauhaus. El artista es a menudo la víctima final de algo que él mismo concibió y contribuyó enérgicamente a impulsar.

Observo que en torno al artista hay una industria de la exposición, como en torno al indigente hay una industria de la caridad.

El arte se ha convertido en comparsa de otras disciplinas más interesantes: la semiótica, la antropología, la sociología, las ciencias políticas y morales, etc. Más interesantes sobre todo para sus respectivas élites.

A menudo hay más cultura en un buen libro de arte, escrito por sagaces y documentados críticos e historiadores, que en todo el arte que dio origen a ese libro, sin el cual, sin embargo, aquel no se hubiera podido escribir.


La exuberancia cultural es un lujo con el que todos los totalitarismos han intentado acabar. La contribución moral de los artistas ha sido, quizá sin proponérselo, diferenciarse, diversificarse y proliferar.

Hay saberes como los que proporcionan las humanidades que te permiten sobrellevar estoicamente la inexorable miseria a la que te conducen. Pero hay otros saberes que se adquieren después de un arduo e interesado esfuerzo, saberes del estilo de una ingeniería de las telecomunicaciones. Y entonces la inexorable miseria puede resultar mucho más dura de sobrellevar. La frustración es proporcional a las expectativas.

Una de las mas refinadas perversiones de la sociedad del espectáculo consiste en incorporar al espectáculo la vida y milagros del pensador independiente, el intelectual que se expresa insobornablemente crítico contra la sociedad del espectáculo.

Para acabar con el arte político, o con cualquier otro tipo de arte, basta, en general, con dejarlo al albur de las agrupaciones o asociaciones de artistas.

El artista de verdad siempre está insatisfecho, no puede aceptar ningún acomodo, no puede hallar paz ni concederla, ni siquiera a los suyos.

Hay pocas cosas menos estimulantes intelectualmente que un plan estratégico de cultura.

Una obra incapaz de sobrevivir a las explicaciones del artista que la ha concebido y ejecutado, quizá no merezca la pena. Motivo por el cual considero necesarias las explicaciones del artista sobre su obra. Lo mismo que las de los expertos y entendidos. Y cuanto mayor sea el nivel de esas explicaciones, mejor. Es la prueba de stress a la que hay que someter a la obra.

Creo, en definitiva, que la obra de arte que merece la pena es la que sobrevive a las explicaciones del artista, motivo por el cual agradezco y me interesan las explicaciones de los artistas, aunque más las obras, pero más aún las obras que sobreviven a esas explicaciones.

La obra de arte puede ser analfabeta, pero la audiencia siempre tiene algún grado de alfabetización.

Emile Cioran en París.

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